jueves, 20 de abril de 2017

Ponemos nombre a nuestra biblioteca

Elegimos, por votación, un nombre para nuestra biblioteca


Será una elección entre tres mujeres muy importantes nacidas en nuestra ciudad. Estas son las candidatas, ellas se presentan:

Madre Petra






Hola, mi nombre es María Romeu. Nací en Andújar el 19 de noviembre de 1880, en la calle Maestra, muy cerquita de vuestro colegio, en el número 6. Mi padre era panadero en el pueblo, muy conocido, Felipe Romeu Ruiz. Desde muy joven sentí la vocación de servir y ayudar a los demás, y por eso dediqué toda mi vida a la educación y a los pobres.
 
En  1926 abrí con la ayuda de mis hermanas, monjas de mi congregación, el Colegio-Asilo de San Rafael; aquí habéis tenido y tenéis estupendos compañeros que estudian con vosotros y  que viven allí. En 1935 fundé, con mi congregación, el Asilo de San Juan de Dios. 

A mis veintiséis años, embarqué hacia Veracruz, México, y allí abrí una casa para niños desamparados, que hoy es un colegio muy importante: el Colegio del Valle. 


Francisca Sáez de Tejada y Ortí





Hola, mi nombre es Francisca Sáez de Tejada, pero podéis llamarme doña Paca; así lo hacían mis amistades y familia.  

Nací, hace mucho tiempo, en una casa en la Calle Jaén, el 28 de julio de 1986. Yo pertenecí a una de las familias más ricas de Andújar, porque mi padre Don José Sáez de Tejada Herrero, emigrante de Logroño, tenía varias empresas y hasta una oficina bancaria.  

Yo fui una mujer muy adelantada a mi tiempo, no me interesaba casarme como todas las demás mujeres, ni tener hijos, sólo escribir poesía y relatos. Era moderna y feminista, creía en la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres, pero claro, mis tiempos eran mojigatos, y que una mujer escribiese no estaba bien visto. Así que me veía obligada a escribir firmando con un seudónimo, con el nombre de un hombre: Gracián Quijano, y a veces también utilicé el nombre de Padre Pareja.  

En mi jardín, hoy conocido como la curva de la Silera, escribí mis mejores versos y mi primer libro, titulado Mujeres, gracias a la ayuda de la imprenta la Puritana. Escribí muchos libros más: Meccano (1935), La piedra en el lago (1940), Cante jondo (1948), El lago de los cisnes negros (1948), Poemas del amor puro (1950), así hasta 1963.  

Cuando empezó la guerra civil española abandoné mi pueblo con gran tristeza junto a mis padres para ir a vivir a San Sebastián, y ya en los años 50, fallecidos mis madres, me mudé a Madrid, donde ya pude firmar mis libros con mi nombre. ¡¡¡Por fin las cosas han cambiado y a las mujeres se nos valora!!! De hecho fui nombrada consejera del Instituto de Estudios Giennenses y Académica correspondiente de Ciencias, Bellas Artes y Nobles Letras de Córdoba. 
Fallecí el 18 de octubre de 1974.

Lucero Cohen





 Hola, me llamo Lucero, mi padre era Isaac Cohen, el más rico de los judíos de Andújar. Os voy a contar mi dura, pero también interesante historia.  

Yo, siendo mocita, estaba enamorada de un joven escudero: Fernando Cuevas. Todas las tardes, a escondidas, nos veíamos en el Torreón de la Sorda. Como Fernando y yo nos queríamos, y mucho, nos prometíamos siempre amor eterno.

 Pero cuando los Reyes Católicos vencieron en Granada y dieron la orden de que todas las personas del reino se convirtieran en católicos, Fernando y yo temimos el no poder estar juntos toda la vida: ¡mis padres querían casarme con otro joven cristiano y así convertirme!

Así, que una noche, decidimos huir de Andújar de forma clandestina y marchar hasta Córdoba. Fernando me buscó un traje de muchacho, me corté mis largas trenzas y salimos por los caminos. Yo, como estaba acostumbrada a la vida cómoda, me quejaba mucho de las rozaduras y ampollas que me salían en los pies; pero Fernando siempre me callaba y consolaba anunciándome que pronto llegaríamos a nuestra tierra prometida. 

Pero eso no fue así, Fernando se desorientó, se equivocó de caminos, y fuimos a parar hacia los que iban a Granada. Estábamos cansados y hambrientos, y Fernando empezó a rezarle a la Virgen de la Cabeza, y horas después oímos que se acercaba un caballero con su escudero. Iban vestidos de lujo y, engañándolos  diciéndoles que éramos hermanos, les pedimos pan, agua... y que nos ayudasen a ir a Córdoba. 
Nos ayudaron y, al llegar a Córdoba, nos llevaron con ellos a la casa en la que se hospedaron; una casa de un geógrafo cordobés muy importante. Fue entonces cuando nos enteramos que esos dos buenos señores que nos habían ayudado eran don Cristobal Colón y su ayudante; los cuales no hablaban de otra cosa: un viaje a las Indias.  

Yo, esos días allí, seguía haciéndome pasar por muchacho; nadie sabía mi condición de mujer. Pero ¡claro! como tampoco sabía estarme quieta, fregaba, barría, cosía y desarrugaba las sayas y las camisas… Así que don Cristobal despidió a su arriero y me contrató a mí.  

Así pasamos mucho tiempo, Fernando y yo, nos veíamos a escondidas, para que nadie sospechase nada. Teníamos mucho miedo de que descubrieran la verdad, que el paje de Don Cristobal era una joven judía.  

Tengo que deciros que en 1492 yo, una joven judía andujareña, fui testigo de uno de los momentos más importantes de la Historia; pues fui yo quién les entregó las copas de vino con las que brindaron Colón y Alonso Pinzón el acuerdo del viaje que ayudaría a descubrir América.  Pero no sólo eso, ayudé a pintar el nombre en la popa de la nave Santa María y viajé en ella junto a mi amado Fernando sin ser descubiertos.  

El agosto de 1943 volvimos a Andújar y, en septiembre, me casé y me hice cristiana en la Iglesia de Santa Marina. 


Entre estas tres mujeres votaron nuestros alumnos.

¡Y este es el resultado!